Que injustas somos a veces las personas, queremos pagar nuestras frustraciones e impotencia con los demás y en ocasiones con quien menos lo merecen. Lo peor de todo es que normalmente vemos la paja en ojo ajeno y no en el nuestro, por lo tanto nunca daremos nuestro brazo a torcer y no nos daremos cuenta que la culpa es nuestra y el problema lo estamos ocasionando nosotros.
Muchas veces he ido a terapeutas para estar segura de que me estaba “comportando” lo mejor posible, no digo bien porque eso es imposible, y además no hay una guía, pero por muchos motivos de la vida y por mi camino a donde estoy ahora me he convertido en una persona crítica conmigo misma y debido a eso analizo todo lo que pasa en mi vida, en mi casa, a mi alrededor, y trabajo para lograr hacer las cosas lo mejor posible…
Tengo un carácter fuerte, siempre llevaré conmigo esa fama, pero me siento orgullosa de los resultados que he conseguido con el tiempo, he aprendido a controlarlo y cuando no lo hago por lo menos lo sé, no me autoengaño, sé cuando me equivoco, cuando no hago las cosas bien, o cuando no he estado correcta, ese es mi orgullo… reconocer y saber, no hay nada mejor que eso, cuando empezamos por ahí el resto lo tenemos ganado, sabiendo lo que hacemos, siendo conscientes de nuestros errores y culpas, avanzamos pasos para una actitud correcta o por lo menos, lo más correcta posible.
Quizá me he visto reflejada en muchos espejos y gracias a eso sé y tengo claro cómo NO quiero ser, y esa actitud que he desarrollado con el tiempo me hace ser suficiente crítica conmigo misma para saberlo y luchar por ello.
A veces la vejez es muy mala, y por lo menos hay que saber llegar a ella preparada para no perjudicar a los que tenemos alrededor. Si nos cegamos y solo echamos culpas y porquería alrededor no nos daremos cuenta, pero al final de nuestros días posiblemente si lo hagamos, porque moriremos solos. Eso no es lo que yo quiero… quiero finalizar mi días rodeada de los que amo, y con una fiesta en mi honor…