El corazón no se divide… ¡Se hace más grande!

Siempre he escuchado que al tener otro hijo el corazón se divide para dejarle un pedacito a cada uno, pero he descubierto que eso no es verdad.

Desde que nació Paola, mi primera hija, en mi ha crecido un amor enorme, gigante, sin límites, un amor que nunca creí se podía tener, un sentimiento de estar enamorada 24 horas al día, un amor  incondicional que no se puede explicar, entiendo que así es el amor por un hijo, imagino que todos los padres lo sienten igual.

Me enamora todo lo que hace, lo que descubre. Me enamoran sus respuestas, sus miradas, sus risas, sus lágrimas, su ternura, su inocencia… llega la hora de dormir y la extraño durante esas horas de la noche, incluso cuando la tengo a mi lado; y al despertar, me llena de alegría abrazarme a ella, besarle, ver su despertar y su sonrisa nuevamente.

Tanto es así que cuando me quedé embarazada de nuevo tenía miedo, miedo a mi reacción cuando la otra naciera, pensaba si sería capaz de quererle igual… Le decía mi marido: Amo con toda mi alma a Paola, ¿será que podré querer a Lucia igual de lo que amo a mi niña? Tenía dudas de las diferencias y mucho miedo,  miedo a querer más a una que a otra y esto les afectara a ellas, miedo a no estar a la altura de la situación… Pero en cuanto la vi… en cuanto vi a mi pequeña Lucia… el pecho me dio un golpe fortísimo, pensé que el corazón se me salía del pecho, y nuevamente me vi ahí, enamorada, de otra cara, de otros ojos, de otra piel… pero también parte de mi, otro pedacito de vida que traje a este mundo.

En ese momento el corazón no se dividió, si no aumento de tamaño, para mantener las dimensiones que tenía para Paola, y crear otro espacio igual para mi pequeña Lucia. En ese momento mis dudas se disiparon, sí estaba a la altura, el sentimiento se duplica, empecé a sentir lo mismo por las dos, y no hay diferencia entre una y otra.

Quizá la pequeña ahora me genera esa ternura extra que en su momento me generó Paola, pero esa ternura de bebé, porque Paola me la sigue generando hoy en día… apenas tiene 4 años y medio… pero ya la ves más niña, la ves mayor… y te vuelves a ver con una criaturita en los brazos, que hace que ese sentimiento interior de mamá gallina vuelva a estar a flor de piel.

Amo a mis hijas, con toda mi alma, con todas mis fuerzas, todos los días me siento feliz de ser su mamá y agradezco a Dios y a la vida por darme esta dicha y bendición.

No existe un sentimiento igual a este, no existe nada mejor que ser mamá…

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